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Se produjo un robo en un pequeño pueblo con pocos habitantes. Los vecinos sospechan unos de otros, pero no saben con certeza quién puede ser el ladrón.

Hay varios sospechosos: el electricista dice que fue a comprar una pulsera para su madre, la fontanera afirma que fue a comprar un anillo y el sepulturero entró en la joyería para tan solo echar un vistazo.

Cuando el dependiente fue a cerrar la tienda se dio cuenta de la ausencia de varias joyas del escaparate. Rápidamente, pensó en el número de clientes que había entrado en su tienda y llegó a la conclusión de que solo había tres sospechosos.

Mientras los sospechosos y el dependiente están discutiendo sobre la autoría del robo, el perro del joyero descubre una huella al lado del escaparate, y al olerla, enseguida se dirige hacia el sepulturero a olerle los zapatos. En ese momento descubren quién es el ladrón, ya que los zapatos del sepulturero están manchados después de cavar la tierra y eso le delata.

El dependiente exclama: ¡Los zapatos del sepulturero huelen raro!

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