Novela de terror

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Estaba con mi amigo Pablo en casa, como cualquier otro día normal, aunque esta vez algo diferente. Era el 31 de octubre, un día especial en el que los niños piden caramelos y corren por las calles disfrazados y asustando a los demás. Pablo y yo no lo hicimos, pues ya no somos tan pequeños, y esta vez nos tocaba hacer algo importante.

Cenamos y vimos una película, impacientes a que el reloj marcara las doce en punto de la noche para poder realizar lo que durante mucho tiempo habíamos planeado.

Cuando sonó la alarma que nos iba a avisar de que la hora ya había llegado, los dos pegamos un salto y por poco nos caemos del sofá. Ya estábamos preparados.

Nos pusimos los abrigos y salimos de casa. Por la calle había mucha gente disfrazada y pasándolo genial, no parecía que tuvieran miedo, aunque deberían. Avanzamos hasta el cementerio, un sitio muy temido por los habitantes de este pueblo por las antiguas leyendas que decían que en la noche de los muertos, algunos se levantaban de sus tumbas para acabar de hacer algo que dejaran a medias cuando estaban vivos. Aunque esto no se lo creía nadie, pero ellos evitaban acercarse a él durante aquella noche por si acaso. Pero nosotros debíamos hacerlo.

Cuando llegamos, ya estaban allí, de pie, esperando por nosotros. Eran ellos. Eran nuestros amigos.

Hace tiempo, tres de nuestros amigos fueron atropellados por un hombre del pueblo cuando cruzaban la carretera. La culpa no fue de ellos, sino que de aquel loco, que circulaba a 150 kilómetros por hora y se saltó el paso de peatones por el que cruzaban ellos, y, aún por encima, se dio a la fuga. Pablo y yo lo vimos absolutamente todo, y cuando nos tocó declarar contamos la verdad de lo ocurrido, pero, al no tener pruebas, el juez dijo que aquello había sido un accidente y no se le dio más importancia. No teníamos nada que hacer.

Y aquí estamos ahora, de nuevo con ellos. La leyenda era totalmente cierta. Los muertos salen a terminar algo, y ellos salen para hacer justicia, cosa que no pudieron hacer cuando estaban vivos.

Salimos con ellos del cementerio y nos acercamos a casa de aquel asesino. Entramos en ella y decidimos hacer justicia de la mejor manera que se puede hacer. Y como aquella noche era terrorífica, puede que sus gritos se pudieran confundir con los de un asustado niño que se había encontrado con cualquier otro muerto viviente.

Zombies de halloween en un cementerio | Vector Premium
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La sospecha

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Era un caluroso 13 de agosto. Mi hermano y yo nos acercamos hasta la piscina municipal para refrescarnos y para pasar una buena tarde. Había mucha gente allí, algo que no me extrañaba estando a 30 grados y pegando el sol durante todo el día. Entre todos, vi al sepulturero del cementerio, algo raro porque ese hombre no sale de casa nunca excepto para ir a trabajar. Él es una extraña persona, que no habla con nadie nunca, y nadie le habla, tampoco. Por eso, el hecho de verlo tan contento y social en la piscina me había dejado anonadado. Pues vaya si el calor afecta.

Por miedo, esperé en la toalla con mi hermano a que el hombre saliera del agua, pero debía de estar tan a gusto que no salía. A mí me empezó a entrar el hambre y decidí ir a por la merienda, que estaba justo detrás de la bolsa con la ropa. De repente, me di cuenta de que mi toalla estaba justo al lado de la toalla del sepulturero. ¿Casualidad? No lo creo. Atemorizado, decidí coger todo e irme hacia otro lado, pero, antes de hacerlo, comencé a sentir un extraño olor. Yo, que soy de instinto curioso, estuve investigando para ver si podía identificar cual objeto desprendía aquel olor. Me acerqué a la toalla del sepulturero, y el olor era todavía más fuerte. Estaba convencido de que procedía de allí. Y, al mirar en sus zapatos, fue allí donde descubrí el origen de aquel tufo. Me pareció raro, así que avisé a mi hermano, que me dijo que aquel olor parecía el de una persona muerta. Vale, el hombre trabaja en el cementerio, pero lo más raro era que él no utilizaba aquellos zapatos para trabajar.

Manos de sepulturero – El Perro Morao
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MICRORRELATOS

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NOVELA DE TERROR

Ella siempre rezaba de noche, delante de las tumbas de sus dos hijas, ya que a esas horas ningún vecino se atrevía a visitar el cementerio. Sus hijas, se habían ahogado en el río, frío y profundo; el mismo río en el que ella también se había divertido de pequeña. Ella lloraba. Entonces sus dos hijas aparecieron para consolarla. Le dijeron que no estaban solas, que estaban bien; que estaban arropadas por los familiares que ya se habían marchado. Las niñas secaron las lágrimas de su madre y dijeron: “Vámonos ya, los muertos nos esperan”. Antes de marchar, una de ellas se dio la vuelta y le dijo: “No te preocupes, pronto nos veremos”.

Una noche en el cementerio / 01

LA SOSPECHA

Bastante gente creía que el sepulturero ocultaba algo. Cada vez que alguna persona se acercaba a hablar con él, reaccionaba de un modo muy extraño. Un vecino regresaba a su casa, y en su recorrido, debía pasar al lado del cementerio en el que trabajaba aquel sepulturero. Vio como después de enterrar algo en el suelo, se sacó las botas y las guardó en una pequeña cabaña en la que almacenaba el material necesario para realizar su trabajo. El vecino que estaba al tanto de las sospechas sobre el sepulturero, decidió entrar disimuladamente en la cabaña. Los zapatos del sepulturero olían raro, un olor bastante desagradable y desconocido para el vecino. Decidió llevárselas a la policía. Entonces, también les comentó que vio al sepulturero enterrando algo detrás de la cabaña. Varios agentes de policía cavaron donde les dijo el vecino, y encontraron muchos objetos de gran valor.  El sepulturero tenía un secreto, y no es que fuese un ladrón. Los objetos eran pistas, pero las botas realmente ayudarían a resolver que es lo que trama.

El ezkondrijo del Zuicidio: La inteligencia del sepulturero...
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Microrrelatos

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Microrrelato de terror:

«Él los guía hasta el cementerio, pero al llegar solo entra él. Y ellos se van porque el nunca regresó.»

Microrrelato de sospecha:

«Una sospechosa les lleva junto a él. Estaban inspeccionando la zona cuando un perro encuentra sus zapatos con pistas de la escena del crimen.»

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La sospecha

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Se produjo un robo en un pequeño pueblo con pocos habitantes. Los vecinos sospechan unos de otros, pero no saben con certeza quién puede ser el ladrón.

Hay varios sospechosos: el electricista dice que fue a comprar una pulsera para su madre, la fontanera afirma que fue a comprar un anillo y el sepulturero entró en la joyería para tan solo echar un vistazo.

Cuando el dependiente fue a cerrar la tienda se dio cuenta de la ausencia de varias joyas del escaparate. Rápidamente, pensó en el número de clientes que había entrado en su tienda y llegó a la conclusión de que solo había tres sospechosos.

Mientras los sospechosos y el dependiente están discutiendo sobre la autoría del robo, el perro del joyero descubre una huella al lado del escaparate, y al olerla, enseguida se dirige hacia el sepulturero a olerle los zapatos. En ese momento descubren quién es el ladrón, ya que los zapatos del sepulturero están manchados después de cavar la tierra y eso le delata.

El dependiente exclama: ¡Los zapatos del sepulturero huelen raro!

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LA SOSPECHA

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  1. Agosto, por la tarde, mi abuela quiere que la acompañe a llevar flores al cementerio.”No quiero ir, abuela”. Pero ni caso.

Una vez allí, lo que faltaba, un entierro. Quiero dejar las flores e irme a toda prisa. El sepulturero se acerca a mi abuela porque se conocen, de repente, un olor asqueroso llega al mismo tiempo que el señor.

Empiezo a mirar a todos lados hasta que me doy cuenta que los zapatos del sepulturero olían raro. Cuando se va, lo sigo con la mirada, atento, para saber que puede ser y…rápidamente lo descubrí, volvió a pisar donde algún perro vacío su cargada barriga,jajaja.

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TERROR

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  1. Llegó el día tan esperado, ya es 31 de octubre y este año asustará de verdad, uhhhh…Como dijo Huguito: “Rodrigo se va a cagar”.

Quedamos todos por la tarde para echar una pachanguita, en la Devesa, donde siempre, ya estábamos de acuerdo salvo Rodri, claro, jeje…

Cuando acabamos, sobre las 7, les dije: “No os olvidéis, a las 8 todos en mi casa disfrazados”

Estuvimos por el pueblo pidiendo caramelos y sobre las 11 propusimos ir a la aldea de mis abuelos, a 5 minutos andando, todos dijeron que no podían, salvo Rodri.

Cuando nos vamos de casa de mis abuelos, le digo a mi amigo: “Vámonos ya. Los muertos nos esperan”. Rodri ya puso mala cara porque estuvimos toda la noche con bromas y estaba asustado…Justo al pasar por la puerta del cementerio, seis o siete sombras salieron del cementerio gritándonos, nos daban los pies en el culo hasta que llegamos a una casa y Rodrigo quería timbrar, blanco y con lágrimas en los ojos, yo no paraba de reírme, no podía casi ni respirar, y le dije:”Mira para atrás”. Ya estaban llegando nuestros amigos,jajaja.

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