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-La sospecha
Salí de mi casa, y fui a recordar a la persona más importante para mí, mi abuelo.
Llegué a ese cementerio tenebroso que nunca me gustó, y menos con esa mirada irritada con la que me mira el sepulturero.
No había nadie por el alrededor, pero si un olor muy desagradable, de repente el sepulturero me dijo: “¿necesitas ayuda?” y le contesté: “no, gracias”, en ese momento me fijé que los zapatos del sepulturero olían raro, a mí me pareció normal, ya que su trabajo lo obligaba, pero había algo en el que desconocía.
Luego, me di cuenta que los zapatos tenían una mancha roja, espesa, parecía sangre y me alarmé, justo después, sacó de su mochila un perrito caliente con muy mala pinta y ketchup goteando por el calor que hacía, esto resolvió mis dudas.
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-De terror
Me desperté, no sabía cuánto tiempo había estado inconsciente, pero era de noche y estaba todo oscuro. Me intenté levantar, pero no pude, miré a mi alrededor tratando de descubrir donde estoy, me di cuenta cuando noté una gran piedra a mi espalda, se trataba de una lápida.
Yo seguía sin poder levantarme. Escuché unos pasos y pude distinguir la silueta de una mujer, era Rachel. Me tendió la mano y me dijo: “Vámonos ya, los muertos nos esperan”. No me lo podía creer.
Rachel, a la que yo misma maté y enterré ese mismo día.
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