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Tras la muerte de su abuelo, Jack, decide irse a vivir a España, donde vive su ahora viuda abuela. A Jack todo eso le parecía muy raro, su abuelo era muy joven y no podía haber muerto por causa naturales. Estaba seguro de que era así. Pero eso lo tuvo aún más claro al llegar al que sería su nuevo hogar. Su abuela les contó que había aparecido muerto en la fábrica de yogures en la que trabajaba. Todos menos él pensaban que estaba enfermo y quizás no lo sabían o que le había dado un infarto, pero en la mente de Jack todo eso ya había sido descartado: él sabía que su abuelo había sido asesinado y estaba dispuesto a descubrir al culpable.
Días después, en el entierro, se le acercó el sepulturero, que había sido muy amigo de su abuelo, y le dio el pésame, aunque no parecía muy dolido. De repente, sucedió algo muy extraño: el sepulturero se quitó los zapatos. Pero Jack se dio cuenta de algo más.
-Los zapatos del sepulturero olían raro- dijo un poco extrañado- olían a yogur.